La cultura, para los dictadores y sus cómplices civiles, era considerada un "campo de batalla" donde se libraba el "combate por las mentes y los corazones". Allí, desde la lógica de la Doctrina de la Seguridad Nacional, debía evitarse la "infiltración subversiva" y detectarse al "enemigo interno" para enfrentar "la agresión marxista internacional".
En ese contexto, ciertos libros (y la práctica de la lectura) se volvieron "sospechosos" y "peligrosos" por su "ilimitada fantasía", por sus finales abiertos, por su "simbología confusa", porque "afectaban la seguridad nacional". Escritores, artistas, poetas, pedagogos, periodistas e intelectuales, todos pasaron a ser potenciales "subversivos".
A 40 años del golpe de Estado, queremos dar cuenta del alcance y los efectos de la represión cultural, de las lógicas de la censura. Al mismo tiempo, esta muestra se propone rescatar los gestos y actos de resistencia recuperando algunos de esos libros que, por haber sido enterrados, escondidos, simulados bajo otras tapas o por haber circulado en forma clandestina, lograron escapar de la persecución, la destrucción y el olvido.