Un abrazo infinito nace de las palabras de Angelita al relatar el encuentro con su nieto Sebastián.
Un abrazo infinito es el abrazo recibido por las Madres retratadas para este proyecto documental.
Un abrazo infinito abrigará por siempre nuestros corazones.
A 40 años de la recuperación de la Democracia, se presentan 40 perfiles de las mujeres que cambiaron la historia de nuestro paÃs.
Un recorrido por La Argentina para retratar a las Madres y Abuelas en sus hogares, con sus objetos atesorados, en su intimidad.
La muestra Un abrazo infinito y el libro madres y abuelas son una iniciativa de la SecretarÃa de Derechos Humanos de la Nación.
Sobre Leo Vaca
Nació en La Plata en 1973. Comenzó su carrera como fotógrafo en los años 90s. Trabajó en los medios gráficos El dÃa, La Prensa, La Nación, ClarÃn, Infojus Noticias y Télam, Revista Anfibia, Crisis, Gatopardo y Coolt. En el 99/00 fue editor fotográfico de la revista Latido; donde ganó el premio Pléyade a la edición fotográfica en revistas nacionales. Participó de muestras colectivas e independientes. Recibió menciones y premios entre los que se destacan en 2009 a la Trayectoria Fotográfica por el compromiso con la infancia otorgado por la fundación Compromiso Social. En 2015 Primer premio IV bienal de fotografÃa Arte x Arte en coautorÃa con el fotógrafo RES. Mención Salón Nacional 2016. En 2018 Primer premio Imagen GABO, por cobertura Ni Una Menos. Como socio y miembro de la comisión de A.R.G.R.A 2014 / 17; fue parte de los encuentros nacionales de fotografÃa (Chapadmalal, Alta Gracia, RÃo Tercero ).
Sobre la muestra
Un abrazo infinito
Por Marta Dillon
¿Pueden los objetos capturar algo de lo que puede un cuerpo? Los rostros tres cuartos perfil frente a la cámara de algún policÃa en el departamento central donde se hacÃan los documentos ¿pueden ser acunados? ¿pueden acunar a su vez a las mismas manos que tantas veces los han acariciado, interrogado? ¿Cómo se teje la trama de la existencia en torno a un cuerpo ausente?
¡Qué digan donde están! ¡Aparición con vida! Con esas primeras exigencias las Madres de Plaza de Mayo salieron a desafiar el régimen de terror, tortura, desaparición y muerte -esquiva al principio ¿y durante cuánto tiempo? – que impuso la última dictadura cÃvico, militar, empresarial y eclesiástica que las arrebató de los devenires de sus vidas cotidianas para convertirlas en los sujetos polÃticos más radicales de nuestra historia.
Pero sus interrogantes convertidos en demandas las seguÃan despertando de noche, alucinando de dÃa ¿Dónde están? ¿Tendrán frÃo? ¿tendrán miedo? ¿estarán todavÃa del lado de quienes viven? Esa punzada de las preguntas sin respuesta, ese seguir viviendo a pesar de no saber obligó a sostener ese lugar de la ausencia.
La letra casi infantil de un poema; las fotos familiares, escasas a partir de la adolescencia; lo que se habÃa hecho para esos hijos y esas hijas antes de que también salieran a la vida polÃtica; esos objetos no pueden lo que puede un cuerpo, pero ahà estuvieron, manteniendo el espacio vacÃo lleno de ternura y de rabia. La desaparición no se lleva una vida, no al menos en su primer tramo, sigue titilando en la incertidumbre. Y por eso las cosas tienen que quedar a la espera: el lugar de las flores, los certificados de estudio, otra vez las fotos. Que aquà son a la vez fotografiadas en un gesto que busca también captar con la luz la persistencia de las Madres por sostener no sólo la memoria sino la presencia de les ausentes en los pequeños gestos que hacen a la vida cotidiana, más acá y más allá del pañuelo: una identidad y un grito polÃtico que transformó para todes la barrera de lo posible.
Leo Vaca retrató a las Madres con pañuelo, fue a buscarlas cuando la pandemia las habÃa aislado como a todas las personas mayores. Fue a mirar con ellas en la intimidad de la ausencia/presencia de sus hijes. Son un abrazo también como el que se declama a su paso: Madres de la Plaza ¡El pueblo las abraza! Pero no hay el estruendo de lo público en estas imágenes, suena en cambio el sonido de sus casas, sus paisajes, las plantas, el de sus propias biografÃas transitadas con su hijos e hijas a cuestas y también la anterior. Son un tesoro las ollas fotografiadas que viajaron desde el terror del Holocausto para ponerse a salvo en este territorio que les dio un respiro momentáneo.
En las arrugas de las manos, en la luz de las cocinas, las salas y los jardines, en las imágenes de cuando ser madre era todo promesa, en los rasgos ajados donde se puede advertir la herencia interrumpida de un hijo que sonrÃe para siempre en un registro de graduación, en el bordado de los pañuelos blancos; allà tal vez haya algo de respuesta para las preguntas del principio que recorren esta muestra: ¿Cómo se teje la trama de la existencia en torno a un cuerpo ausente? Mientras, a la vez, se formulan otras: ¿Quiénes seremos todes cuando las Madres ya no estén? ¿Dónde seguirán estando?